Columnistas

Los días de mi vida

Por Edgar landa Hernández.

Los días corren a veces con mucha lentitud, tanto que se me hacen eternos, sin embargo, este año se pasó en un abrir y cerrar de ojos, cuando cuenta me di, ¡ya estábamos en diciembre! Puede ser que si, en este año que culmina se permita a la población a disfrutar del aroma, del paisaje navideño, escuchar el canto de las ramas, esas me gustan, me regresan a mi infancia, cuando con mis hermanos, con una pálida rama, adornada con unos cuantos globos de varios colores, peregrinábamos por las calles de nuestro barrio entonando los clásicos villancicos, con tal de que nos obsequiaran alguna moneda o un par de dulces.

Dulces llamados de colación, que eran de cacahuate, no recuerdo cómo les decía mi padre, pero esa confitería no la disfrutaba yo, será porque siempre he tenido mis dientes a flor de piel, y en un santiamén hasta me los puedo tirar.

Hay ocasiones que me pregunto por qué se pasan los días tan rápido, no sé en qué va, o por qué sucede.

Así es la vida, días lentos, otros, corren como el corre caminos perseguido por el coyote, alegres y llevan consigo gratitud, o alegría.  Y de nuevo mi sonrisa, que siempre llevo como mi sino, como si fueran pensamientos livianos, como chiquillos en un parque verde, deleitándose en el sube y baja, o aquellos que parecen volar en los columpios. Hoy, hoy fue de esos días raros, instantes melancólicos, otros felices, rápidos, y recordados, tal vez porque tantos faltan a mi lado o pudiera ser por las noticias que resquebrajan este corazón, noticias que duelen, atormentan y, sin embargo, la mirada prosigue buscando en lo alto, llamando de una forma diferente a mis creencias.

Basta sólo que mire a mi lado y el dolor es tan fuerte, la pobreza, la tristeza en aquellos ojos de seres que no conozco ni conoceré nunca, pero que quisiera que no padecieran y que siempre tuvieran un bocado de comida tres veces al día tal como lo hago yo, seres que sufren hospitalizados con la vana creencia que saldrán vivos de ahí, ellos solo pasan por mi lado, tal vez por estas letras que quieren salir a todas horas, o tal vez porque quería yo estar sin gente, en paz, solo con los que amo que a veces, solo a veces respetan mis silencios, pero bueno, al final la música me conquistó  y una vez más fui feliz con algo tan simple, tan simple; cómo una melodía de Serrat.

La vida tan solo es un relámpago, que cuando quieres observar su luz, el relámpago se ha ido.

Edgar landa Hernández.