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La campaña negra y verdades a medias

Por: Héctor Saldierna

 De acuerdo a la información que despliegan los medios de comunicación, a través de comunicados y comentaristas diversos, tanto en la prensa escrita, digital, radio y televisión, la Reforma Eléctrica planteada por el actual gobierno se constituye en un desatino al lesionar las inversiones privadas y porque, a futuro –como sí tuviesen una bola de cristal- será un desastre para México.

Y es que también tal reforma vendrá a perjudicar los planes de inversión de las energías limpias, con lo que México incumplirá con los tratados en materia de protección al medio ambiente al seguir utilizando los combustibles fósiles y carbón.

En esencia, ahí descansan gran parte de los argumentos que a diario se escuchan por los medios, inconformes por tal reforma eléctrica que, desde su parecer, no beneficiará para nada al país.  Y es que también, pretende tal Reforma desaparecer a organismos autónomos como la CRE, Comisión Reguladora de Energía; la CNH, Comisión Nacional de Hidrocarburos, y el CENACE, Centro Nacional de Control de Energía, que éste último volvería a ser parte de la estructura de la CFE.

Hasta ahí todo parecer estar muy bien. Sin embargo, el lector acucioso y sin intereses en el tema, tendría que hacer una revisión histórica sobre este asunto y detectar quién está mintiendo o usando falacias para obtener su propósito.

Cuando el Gral. Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera, a manos de compañías privadas, obtuvo un enorme respaldo popular. Son históricas la fotos de las personas que donaban hasta pavos y pollos en Palacio Nacional para contribuir a la indemnización de las empresas extranjeras que hasta ese momento habían explotado el oro negro.

Hay una película que pinta muy bien cómo eran los abusos de los empresarios extranjeros en esa época. Es la Rosa Blanca, libro de  la autoría   de Bruno Traven y cuyo actor principal de la versión cinematográfica fue Ignacio López Tarso.

Fue el mismo Gral. Cárdenas que fundó la Comisión Federal de Electricidad en 1937 con el propósito de llevar luz hasta las comunidades más marginadas del país. Visionariamente observó que los particulares y menos extranjeros le podrían interesar los núcleos sociales empobrecidos.

Y fue el presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), quien nacionalizó la industria eléctrica, también con un excelente respaldo popular. En su discurso, auguró que había que proteger esa conquista porque en el futuro podrían existir malos mexicanos que la entregasen nuevamente a intereses privados extranjeros.

No se equivocó. En 1992, Carlos Salinas introdujo algunas figuras jurídicas que permitían la participación privada con celebración de contratos para la generación de energía. Pero ya fue con Enrique Peña Nieto, en 2013, que introdujo la Reforma Energética, con lo prácticamente estaría sepultando a la CFE. Y lo que son las paradojas, con esa Reforma sepultó a su partido, el PRI.

En un recuento, las inversiones que  presumen llegaron del exterior para promover al sector eléctrico no fueron así. Los apoyos financieros han provenido de la banca de desarrollo del país a través de Bancomext, Nafinsa y Banobras, de manera que es una falacia sobre el desaliento de la inversión extranjera en el sector, cuando no ha ocurrido de esa manera.

Otro argumento que maneja la oposición es que las tarifas se incrementarán sensiblemente, hecho que ha sucedido con la Reforma Energética. Es otra verdad a medias.

El propósito fundamental de la Reforma Eléctrica, conforme la esencia del proyecto, es que la CFE maneje el 54 por ciento del sector eléctrico y el 46 por ciento el sector privado,  por lo que tampoco se puede hablar de nacionalización ni estatización.

 En realidad no existen argumentos de peso en contra de la Reforma Eléctrica, que sí busca que haya estabilidad en el mercado y que la CFE a través de sus plantas generadoras fortalezca sus inversiones y asegure el abastecimiento de energía. Las hidroeléctricas, geotérmicas y la planta nuclear de Laguna Verde se consideran energías limpias y su uso al ciento por ciento, contribuirá en satisfacer requerimientos energéticos del país.

Pero lo más importante de todo esto es que la trascendencia de fortalecer al sector eléctrico bajo la rectoría del Estado es la de lograr Soberanía Energética y seguridad de la nación. No hacerlo, simplemente hay que ponerse en el espejo de España, donde las compañías privadas se han apoderado del mercado y tan sólo en dos años las tarifas se han incrementado en un 500 por ciento.

¡Esto sí es de terror! Y un desastre.

¡Y hasta la próxima!.