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¡Que cada cual escale su Himalaya!

Por Jorge E. Lara de la Fraga.

ESPACIO CIUDADANO

                No viviste en balde amigo Víctor Raúl, sembraste diversas inquietudes y removistes a elementos aletargados. Dejaste tareas y ahora nosotros proseguiremos.

            Entre unas notas añejas y en un baúl arrinconado encontré el siguiente comentario, que espero sea del interés de los lectores: Cambié impresiones con un grupo de docentes sobre la etapa adolescencial, con el propósito de encauzar mejor las potencialidades de los jóvenes en el proceso enseñanza – aprendizaje y proceder de acuerdo con las características físicas y psicológicas de los mismos educandos. Durante tal evento surgió el asunto referente a la comodina posición de una buena porción de muchachos que no desea tener compromisos de ningún tipo, que nunca se arriesgan, que hacen lo que dicen los demás, que critican a sus inmediatos por lo que efectúan, pero que ellos se abstienen de actuar. Por desgracia, muchos de esos clásicos tránsfugas de la actividad humana, ya en edad madura y una vez rebasada la etapa juvenil, siguen comportándose de la misma manera engañosa, pero para no parecer “anónimos realizadores” adoptan posturas o poses, copian conductas de elementos que se significan en un determinado medio social y disfrazan sus reales propósitos.

            Esas personas que huyen de su verdadera personalidad, que se enmascaran ante los demás, no son individuos que se realizan plenamente, no son seres que se superan; por si fuera poco, son infelices y resentidos, ya que accionan a espaldas de sus implícitas posibilidades. Tan fácil que podría resultarles a dichos entes el “enseñarles sus cartas” a los demás, proyectarles al mundo entero sus virtudes y también sus deficiencias. De manera ilógica les es fácil engañarse a sí mismos y vivir una existencia con incongruencias. Sufren ante los logros de sus vecinos, queriendo ser igual o mejor que ellos, en lugar de encontrarse a sí mismos y luchar interiormente por afirmarse a tono con sus fortalezas. Andan buscando senderos ajenos cuando tienen ante sí un camino propio.

            Existe una expresión que dice lo siguiente: “Conócete a ti mismo… y supérate”. Si en las escuelas, del nivel que sean, podemos inyectar en los nuevos contingentes la confianza en cada uno de sus miembros, ya tenemos un buen trecho recorrido, toda vez que los individuos están desde el principio conscientes de sus puntos débiles y de sus renglones vigorosos. Luchemos por una educación liberadora y por una formación que rescate la genuina creatividad de las personas. Pugnemos por una educación que haga de los individuos seres que se enfrenten con dignidad a las vicisitudes de la vida. Pongamos una barrera inquebrantable a las prácticas escolares que impiden el desenvolvimiento integral de los nuevos cuadros humanos.

            De manera inapropiada proceden los progenitores que no respaldan a sus descendientes cuando los encauzan por horizontes distintos a sus singulares posibilidades, así como también actúan incorrectamente algunos docentes cuando frenan los ricos veneros de realización espontánea de los niños y jóvenes bajo su encomienda. Nunca olvidar que quienes viven en concordancia, en armonía con su naturaleza, son plenos, optimistas y felices. Desde nuestros amaneceres existenciales todos venimos pertrechados con nuestras virtudes y potencialidades, mismas que debemos cultivar y proyectar. Dejemos que nuestras nuevas generaciones se desenvuelvan con libertad y sin ataduras, aún cuando sufran caídas y tropezones.

            Hagamos de nuestros hijos y de nuestros alumnos seres plenos y seguros. No  clausuremos en el hogar y en la escuela los amplios horizontes humanísticos de los seres polifacéticos del presente y del devenir. Que cada niño o joven escale por sí mismo “su Himalaya” con decisión y optimismo. Para nada orillemos a los individuos a que medrosamente se escondan, a que se disfracen de lo que no son y a que caminen por rumbos distintos a su particular individualidad. Lo deseable es propiciar personas con autoestima, bien ubicados laboral y socialmente, desempeñándose en tareas intelectuales, técnicas o prácticas, bien como profesionistas o como elementos dominadores de un oficio determinado.

Atentamente

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.