Panoramas de Reflexión
Muchas veces le he comentado acerca de lo importante que es vivir la vida en paz, con una actitud positiva en general. Otras tantas le he hablado de las bellas experiencias emocionales que se obtienen viviendo con inteligencia, con rectitud, con amor, con prudencia, y sobre todo, con acato a las reglas morales que durante siglos han regido a la humanidad.
En fin, viviendo en paz con nosotros mismos y con los demás. Sin embargo, usted me diría ¿Puede vivirse en paz inmerso en la vertiginosa vida actual de negocios en este mundo globalizado, donde prácticamente es imposible que alguien no resulte afectado en las diversas transacciones comerciales que se practican? Yo le diría que sí se puede, si se puede si todos hiciéramos nuestra parte honesta que nos corresponde en cualquier actividad comercial en que nos desempeñemos. Cuando trabajamos nos volvemos otros, tal vez muy diferentes a los que realmente somos, pues se trata ni más ni menos de llevar el sustento diario a nuestro hogar, y eso es prioridad fundamental, pero deberíamos respetar más el sustento de los demás. ¿Cómo?, no echando agua a la leche, o al jugo, si es que eso vendemos; no calibrando a nuestro favor las básculas que usamos para despachar, no mezclando la mercancía atrasada o caducada con la nueva o de mejor calidad, no dando menos por más. Tal vez nos conmuevan las desventuras de muchos de nuestros semejantes, como las de un indigente al que hasta llamamos para darle una limosna, más no en el ámbito comercial, donde tratamos prácticamente de obtener el mayor provecho posible, y si se puede, en forma deshonesta. Cuando compramos o somos nosotros los clientes, también actuamos de forma parecida. Si el que nos vende algo se equivoca a nuestro favor nos quedamos calladitos sin chistar, pero si se equivoca en nuestra contra repelamos, haciendo alharacas como si fuera en verdad una gran pérdida la que estamos padeciendo. No quiero decirle con esto que no debamos exigir que se nos entregue, o trate, en forma justa por lo que hayamos pagado, pero recordemos hacer siempre las observaciones pertinentes, demostrando de la mejor manera posible la buena educación que hayamos recibido de nuestros padres y mentores. La vida debería estar llena de simplezas, de esas que nutren el alma. Si nos pagan por algún bien o servicio que ofertemos, entreguémoslo en las condiciones que hayamos pactado. Ni más ni menos, sólo lo justo. Si debemos, paguemos. Si pedimos, devolvamos. Si descomponemos, arreglemos. Así de simple, así de sencillo debería de ser lo que nosotros mismos nos encargamos de complicar.
Lo mismo sucede en el amor, donde más traiciones se dan a diario. No es justo para nadie el engañar sabiendo que se tiene todo cuanto se quiera con su pareja. Quizá sea por naturaleza el que nos guste complicar nuestra existencia. Muchos accidentes suceden durante, o después, de una farra cuando las cosas se pueden hacer con mesura. También de nueva cuenta le digo. La elección es suya. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.
Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).