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Democracia. Ilusión y desolación

Por José Antonio Medina Aguilar

PIENSO, LUEGO ESCRIBO

Por Akiles Boy*

Con paso lento caminaba Agustín. Tenía cinco minutos de haber salido de su casa, a las siete y media de la mañana, apenas había avanzado dos calles. Todavía faltaba medio tramo para llegar al parador de autobuses, en ese lugar, siempre con aglomeraciones, los cinco días a la semana, abordaba uno para trasladarse a las oficinas donde laboraba, el tránsito al otro pueblo le consumía media hora de su vida. A pesar de la rutina, le seguía pareciendo fatigoso.

Ese día, desde que se despidió de su esposa e hijos, empezó a sentir en su cabeza el bombardeo de pensamientos, que le daban vueltas y le arruinaban la paz. No se trataba de cosas triviales, eran situaciones que lo mortificaban y le generaban desaliento para continuar en su obsesiva actitud positiva, aferrado con optimismo al sueño de que alguna vez las cosas cambiarán, y de que el mundo, incluyéndolo a él, logrará vivir con tranquilidad y en armonía. Agustín se acercaba poco a las lecturas motivacionales y para mejorar la autoestima. Por su cultura, era incrédulo de los servicios de los psicólogos y terapeutas, nunca requirió de esos profesionales y menos a los charlatanes que abundan.

Agustín estaba decepcionado, pero no derrotado, le ganaba el arraigo por su tierra y tuvo miedo de emigrar, no quiso arriesgarse y perder poco por nada. Sabe de viejas y nuevas historias trágicas o dramáticas de paisanos que se atrevieron a cruzar las fronteras. En su País, dijo estar cansado de la estúpida polarización de la gente, que es azuzada en forma inconsciente o consciente por ingenuos y canallas, que no ven más allá de sus intereses y reductos personales o facciosos.

Tiene una profunda tristeza por la desolación que campea,  porque se repiten y se vuelven a repetir cuentos y sucesos del pasado doloroso, que nos han puesto la marca de subdesarrollados o nos etiquetaron por siempre como jodidos. Somos perseguidos por la fatalidad reveladora de Octavio Paz en “El Laberinto de la  Soledad”, que refiere al libre albedrio de los mexicanos para conjugar el verbo chingar, que tiene diversas connotaciones, “Chinga, porque los de atrás vienen chingando”, “Chíngatelo” o “Ya ni chingan”, entre otras.

Sube al autobús, se acomoda en uno de los asientos a la mitad del pasillo, tiene la idea de que en un choque, ubicado en ese legar, tiene más posibilidades de salir ileso. Suspira y se relaja, el viaje es breve, no hay tiempo siquiera para dormitar en los quince minutos que dura. Sus ojos simplemente se cierran y se imagina los escenarios que vendrán en los próximos días previos a las “históricas” elecciones. Tenemos delirio por anteponer a todo ese vocablo, pero nos interesa poco su significado y para los jóvenes resulta intrascendente.

Más allá del infierno mediático y los incendios en las redes sociales, provocados por la guerra electoral, justificada o esperada en una democracia precaria o aldeana, porque los políticos se niegan a evolucionar y prefieren las formas primitivas, se encuentra la posición de la mayor parte de la ciudadanía, que por civilidad votará, pero que es ajena a los juegos del poder y reacomodos de los poderosos. En ese tenor, Agustín, ciudadano común, en el contexto creado con su imaginación,  cuestiona: ¿Soporta nuestra democracia el multipartidismo que padecemos?, ¿Por qué seguir tolerando una democracia onerosa cuando estamos en crisis económica?, Por qué, en lugar de permitir la reelección, se promovió el saneamiento de la política con la formación de nuevos cuadros?, Por  qué no se construyeron las bases, para garantizar en las campañas de las fuerzas políticas contendientes, la seguridad y libre exposición de ideas y propuestas, en los tiempos de violencia que se viven?. Queda para la reflexión. Hasta la próxima.  

Mayo 28 de 2021

*Miembro de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A.C.