Panoramas de Reflexión
México es un país de prejuiciosos, somos una nación que ve con burla y desdén a nuestros hermanos de las comunidades indígenas, a los homosexuales, a los obesos, a los disformes, a las personas con capacidades diferentes, a la gente en situación de pobreza extrema, a los animales, a nuestros vecinos, y a quien o a lo que nos parezca desagradable; a quienes usamos todos a menudo como referente para bromas de mal gusto en redes sociales y en cualquier sitio. Desafortunadamente es una herencia cultural de muy mal gusto que preservamos de manera extrema y lamentable.
En “El laberinto de la soledad”, magistral obra de ensayo que Octavio Paz publicó en 1950, hay una cita que llamó poderosamente mi atención: “Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado”. Es un libro en el que el autor refleja sus preocupaciones en torno a la psicología y moralidad del mexicano. Busca los orígenes y las causas de su comportamiento, tanto individual como colectivo, así como su forma de afrontar y desafiar al mundo, desembocando en el inconsciente como origen y causa de su conducta. Al buscar una identidad para el mexicano, reconoce que son los acontecimientos históricos los que tienen una influencia significativa en los sentimientos de pesimismo e impotencia que predominan en nuestra mente. Así, entre tantas caretas que usamos en la vida cotidiana, tenemos refranes, cuentos y dichos de sobra que enmarcan prejuicios, una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. Tenemos insertada la máscara de los prejuicios en nuestra sangre, en nuestra mente, es parte de nuestra idiosincrasia, y cada vez que observamos cosas, acciones o personas que nos parece denigran a los demás, actuamos en consecuencia con menosprecio o desaire. Jorge Mario Bergoglio (el papa Francisco), publicó hace algún tiempo en su cuenta de Twitter: “pidamos que sean respetados los pueblos indígenas, amenazados en su identidad y hasta en su misma existencia”, aprovechando que el 9 de agosto se celebró el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas. La mexicana Alexa Moreno, quien compitió en gimnasia artística en las Olimpiadas de Río 2016, fue objeto de burlas de usuarios de redes sociales que, con lujo de desprecio y demostrando una mentalidad retrógrada y lamentable, la tildaron de gorda y pobre en aquellos días. Y tal vez no pararía de darles ejemplos que a diario vemos en el mundo a través de la magia de la tecnología, en México, en nuestra comunidad, en todas partes, acerca del menosprecio que sentimos por algunos de nuestros semejantes, sin detenernos a pensar en las verdaderas causas de su pesar, de su pena o de su proceder. Cuándo dejaremos de usar la palabra “indio” para remarcar nuestra supuesta superioridad. Si pensamos así, la verdad, estamos jodidos. Cada persona que vemos encierra una pena, un pesar, escondida en su careta de alegría. Cuando nos preguntan ¿Cómo estás?, en la mayoría de las veces contestamos “bien”, inmediatamente. Esto nos ahorra dar demasiadas explicaciones desviando la conversación y perder más de nuestro “preciado” tiempo en ello.
Ahora si como decía mi Querido Hermano el Abogado Julio Cortés, que en paz descanse, “estamos jodidos todos ustedes”, y tal vez no porque se excluyera de tan generalizada afirmación, sino porque reafirmaba el indigno y miserable proceder de todos, cuando actuamos o nos expresamos prejuiciosamente. Es una pena amigo lector, pero así andan las cosas en todos nosotros, aunque las tapemos, las ocultemos y callemos. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.
Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).