Panoramas de Reflexión
“En aquellos días en que un helado costaba mucho menos que ahora, un niño de diez años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa. La mesera puso un vaso de agua en frente de él. “¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?” preguntó el niño. “Veinticinco pesos”, respondió la mesera. El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas. “¿Cuánto cuesta un helado solo?”, volvió a preguntar. Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente. “Veinte pesos”, dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar las monedas. “quiero el helado solo”, dijo el niño. La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio. Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había cinco pesos, era su propina”.
Jamás juzguemos a alguien antes de tiempo, jamás debemos criticar de forma negativa o, incluso positiva, una situación o a una persona sin tener suficientes elementos previos, porque esto conlleva e implica una forma de pensar íntimamente relacionada con comportamientos o actitudes de discriminación. Un prejuicio es el proceso de formación de un concepto o juicio sobre alguna cosa de forma anticipada, es decir, antes de tiempo; implica la elaboración de un juicio u opinión acerca de una persona o situación antes de determinar la preponderancia de la evidencia, o la elaboración de un juicio sin antes tener ninguna experiencia directa o real. Además, considero que son aspectos que en la mayoría de las veces no nos conciernen directamente. Para mí los prejuicios son malsanos todos porque los encuentro enfermizos e insanos y porque rayan en la atracción hacia lo desagradable y perverso, hacia lo morboso. Cultivemos en su lugar verdaderos valores éticos y morales en nuestras vidas que los prejuicios malsanos, tenemos muchos otros aspectos más que mejorar en nuestra existencia. No caigamos en atracciones indecorosas que vistas en nosotros mismos, no nos gustaría padecer. Respetemos siempre la dignidad y personalidad de los demás cualquiera que sea su condición. Recuerde siempre que la actitud, después de todo, es todo. No se haga bolas con problemas ajenos que no le incumben y cuide de sí mismo y de los suyos. La morbosidad está latente en todos nosotros y en mentes débiles, conlleva a prejuicios malsanos que pueden generar tragos amargos en terceras personas si emitimos comentarios injustos al respecto de ellas. Acuérdese que en boca cerrada no entran moscas y que no debemos buscar para otros lo que no deseamos para nosotros mismos. Tolerancia y respeto merecemos todos de todos.
Comprendo que cuesta mucho trabajo cambiar de manera de pensar de un día para otro, más no por ello debemos de dejar de intentarlo día con día; después de todo los tropiezos son necesarios porque nos brindan la oportunidad de levantarnos una y otra vez, hasta que logremos entender que también nosotros no estamos libres de ser sujetos de críticas constructivas o destructivas; es decir, como coloquialmente se dice, también tenemos cola que nos pisen. Además, de nadie es deber u obligación juzgar a nadie. Acuérdese también de un refrán popular que dice “Cuida tu vida y deja la ajena, hártate de cena y no tengas pena”. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.
Luis Humberto.
Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).