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Dos excepciones en un circo de chapulines

Por Arturo Reyes Isidoro

Prosa aprisa

El síndrome Sergio Hernández, del diputado panista que aspiró a la alcaldía de Xalapa y que finalmente aceptó la candidatura al mismo cargo del priista David Velasco Chedraui para que encabece la coalición Veracruz ¡Va! (PAN-PRI-PRD), alcanzó al aspirante de Morena a la presidencia municipal de la capital del Estado, Juan Vergel Pacheco, quien, igual, se rindió a la evidencia de que Ricardo Ahued Bardauil está mejor posicionado que él y terminó aceptando su candidatura y ofreciéndole su apoyo.

En “Prosa aprisa” del 8 de abril comenté que el panista había terminado tragando sapos sin hacer gestos (como recomendaba don Adolfo Ruiz Cortines que, en política, a veces se tenía que hacer). Sergio dijo que no obstante todo su trabajo por ser el candidato, que sentía una “gran decepción” y que para él era “un golpe muy duro”, aceptaba “la circunstancia” y que seguiría siendo panista y votando por su partido.

Vergel dijo el sábado que “a pesar del gran esfuerzo de un gran número de activistas, compañeros de partido, amistades y de ciudadanos de todos los sectores sociales… lamento informar que la medición no nos es suficiente para encabezar esta honrosa candidatura… que como militante y en apego a mis convicciones… es necesario actuar con madurez y responsabilidad, por ello no seré yo quien lance dudas sobre los resultados de esta medición del conocimiento ciudadano de los contendientes”.

Expresó: “… para darle congruencia a mis palabras pido a quienes me han alentando en esta causa, a continuar en apoyo a todos los candidatos de Morena y por supuesto a la planilla municipal de Xalapa que encabezará el señor Ricardo Ahued”.

Llama la atención que dos aspirantes de las fuerzas políticas más fuertes se disciplinan, miran más allá de sus intereses personales y anteponen los de las causas de sus partidos, lo que me hace especular que están conscientes de que lo que está en juego el 6 de junio es el rumbo del país en el futuro y la sobrevivencia (el resurgimiento y reposicionamiento de uno o la consolidación del otro) de sus causas políticas, de las que también depende su futuro personal.

Me atrevo a pensar que estos son botones de muestra que dan idea del compromiso y la intensidad con que panistas y morenos, derecha e izquierda (esto último solo en algunos casos), abrazarán la contienda en los cuarenta y tantos días que restan para ir a las urnas, lo que, al menos eso cree el columnista, nos coloca ante un escenario impredecible, en el que todo puede suceder.

Cuánto difiere la actitud personal de Sergio y de Juan, de disciplina y lealtad a sus siglas y colores partidistas, de quienes, en cambio, conformaron un gran circo de chapulines, que en el afán o ambición de poder político y todo lo que ello conlleva, se brincaron a otros partidos, en realidad varios solo siglas porque no tienen estructura partidista, porque en sus ahora expartidos no les dieron una candidatura, no obstante que a muchos ya se las dieron en otras ocasiones y ya disfrutaron de las mieles del poder, e incluso amasaron fortuna económica que les dio recursos con los que ahora combaten a los partidos que les dieron lo que ahora tienen.

Hernández y Vergel han ganado respeto y se han ganado la consideración de sus partidos. Al diputado panista le dejaron que los regidores de su planilla sean los mismos que los de Veracruz ¡Va!, incluso que su padre Martín Espinoza Roldán vaya en la primera posición, y al exdirector de Gobernación municipal de Xalapa seguramente le darán una candidatura a diputado local.

Relevo en la Rectoría, a solo cuatro meses

El proceso electoral ha desviado la atención del relevo que en cuatro meses más habrá de darse en el rectorado de la Universidad Veracruzana.

Serán los integrantes de la Junta de Gobierno de la casa de estudios los que decidan quién suplirá a Sara Ladrón de Guevara, quien concluye su segundo periodo el 31 de agosto.

Como si fueran candidatos de un partido político y como si el proceso de renovación se diera por simpatía y mayoría de votos, varios aspirantes andan en campaña desde meses atrás.

En 2013, cuando se dio el cambio a la salida de Raúl Arias Lovillo como rector, el entonces gobernador Javier Duarte no contuvo su intención de meter las manos e imponer, a toda costa, a Víctor Arredondo Álvarez, quien ya había ocupado el cargo en dos periodos consecutivos.

Durante una comida con columnistas en la Casa Veracruz el 12 de julio de aquel año, les dijo que no tenía ningún candidato, sin embargo mencionó por su nombre a todos los que se habían inscrito para relevar a Arias Lovillo, lo que dejó en claro que estaba al tanto del proceso y mostró el interés que tenía en la sucesión.

Dio incluso la pista. Se quejó de una mala relación con Raúl y recordó cómo había habido una buena relación del entonces rector Arredondo Álvarez con el entonces gobernador Miguel Alemán, y dijo en aquella ocasión que “mi candidato es con quien podamos tener una excelente relación sin detrimento de su autonomía”.

Con el estilo que lo caracterizó para lograr todo lo que quería, llegó incluso al grado de intentar sobornar a los miembros de la Junta de Gobierno con sumas millonarias, pero salvo una o dos excepciones, todos lo mandaron al carajo y nombraron a la doctora Ladrón de Guevara.

Ahora, de nuevo, hay el run run de que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez trae su candidato, que sería de su partido Morena, y en la comunidad académica he escuchado voces que dan por hecho que ya resolvió el relevo.

Me atrevo a pensar que el gobernador lo que quisiera es comer a sus horas, esto es, que lo que le ocupa y le preocupa es el resultado de la elección del 6 de junio, y que por ahora ese es el único y mayor interés que tiene, aunque tampoco habría que descartar que pueda tener un ojo al gato y otro al garabato, porque la rectoría es un bocado siempre apetitoso.

Ya veremos si los actuales integrantes de la Junta de Gobierno tienen la estatura moral de los de hace ocho años y evitan cualquier injerencia externa o del gobernador, y, así, la Rectoría y la comunidad universitaria tienen la autoridad que se merecen, ajena a cualquier interés político y partidista.

De la rectora Sara Ladrón de Guevara se pueden decir muchas cosas, pero, al menos en mi caso, estoy convencido que observó con mucho celo la autonomía aunque mantuvo, hasta donde pudo, buena relación, de respeto, con los gobernadores Javier Duarte, Miguel Ángel Yunes Linares y Cuitláhuac García Jiménez, pero no comprometió los intereses de la UV.