Investigadores, vulcanólogos y montañistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) declararon la extinción del glaciar Ayoloco, ubicado en la cumbre del volcán Iztaccíhuatl, con la colocación de una placa de acero colocada en lo que fue uno de los cuerpos de hielo permanentes del país.
“A las generaciones futuras: Aquí existió el glaciar Ayoloco y retrocedió hasta desaparecer en 2018. En las próximas décadas los glaciares mexicanos desaparecerán irremediablemente. Esta placa es para dejar constancia de que sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer. Solo ustedes sabrán si lo hicimos”, se puede leer en dicha placa.
Hugo Delgado Granados, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) y Anel Pérez Martínez, directora de Literatura y Fomento a la Lectura de la Coordinación de Difusión Cultural, acompañados por vulcanólogos y montañistas de la UNAM, escalaron el coloso para instalar la placa firmada por la UNAM, en el costado poniente del Iztaccíhuatl.
Delgado Granados advirtió que el principal efecto de su extinción es la disminución de la cantidad de agua a la que se tendrá acceso; además, sin las masas grandes de hielo de la parte alta de las montañas, la temperatura se incrementa, alertó la UNAM.
La también montañista Anel Pérez Martínez afirmó que “ésta no es una placa de honor, es una placa del deshonre, de la vergüenza que nos da, no el cambio climático, sino la emergencia climática”.
La académica además externó que las montañas son hechos geológicos, pero también culturales. “Tenemos una relación con el paisaje, una relación religiosa, espiritual, emocional, económica y, desde luego, histórica”.
Los glaciares son masas de hielo que permanecen en las cumbres de las montañas durante por lo menos un año; su importancia ecológica radica en la generación de agua dulce en la Tierra. En el caso de México disminuyeron durante el siglo XX y sus afectaciones se han acelerado en las últimas dos décadas.
Debido al cambio climático y la influencia de la actividad humana, las temperaturas que normalmente conservaban estos cuerpos de hielo han cedido ocasionando su desaparición, como fue el caso del Ayoloco.
Además de su importancia ecológica y ambiental, este glaciar ha sido protagónico en las artes visuales, fotografía, filmografía y, en particular, en la literatura mexicana. La presencia de los volcanes es inherente a la identidad artística, histórica y cultural de la Ciudad de México y de los estados de Morelos y Puebla.
Hugo Delgado Granados detalló que Ayoloco fue uno de los glaciares más emblemáticos del país, visible desde el Valle de México. “Esta pérdida impactará de manera definitiva en el curso del agua, la flora y la fauna al ser en estas cumbres donde se origina el líquido”.
El vulcanólogo, geólogo y montañista ha estudiado la desaparición de los glaciares como síntoma del deshielo y del calentamiento global. En su trabajo ha documentado el retroceso de estos cuerpos durante los últimos 40 años.
Refirió que la perspectiva de proteger a la Tierra es correcta. Sin embargo, lo importante es que preservar el ambiente tiene como consecuencia “cuidarnos a nosotros mismos, como especie. Si no cuidamos a nuestro planeta, éste va a seguir existiendo; los que no vamos a seguir existiendo somos nosotros. En la medida que lo protejamos, tendremos la posibilidad de darles un mejor mundo a quienes nos siguen, a nuestros hijos”.
Anel Pérez Martínez abundó que en la Universidad se trabaja la transdisciplina. Por eso, “para los deportistas los volcanes son una cosa, para la gente que nos dedicamos a la literatura son otra y para los geólogos una más”, aunque esas estructuras geológicas sean las mismas protagonistas de la historia de México.
De ese modo, las montañas también son “hechos culturales”; no sólo existe la perspectiva de la antropología y la arqueología de montaña, sino infinidad de referencias artísticas y literarias, alrededor de los volcanes.
Con la colocación de la placa, con motivo del proyecto universitario México 500 –que intenta “hallar el pasado en el presente”– se pretende encontrar las marcas de este volcán al que nombramos Iztaccíhuatl, que en el pasado fue una “mujer dormida” llena de referencias relativas a la blancura y la nieve, pero que hoy es del color de la tierra, aseguró.