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El muro

Por Jesús J. Castañeda Nevárez.

Es mi pienso

– [email protected]

Cuando se presentan situaciones de conflicto con un marcado alejamiento de las partes, con graves problemas de comunicación que se levantan como empinadas montañas o caudalosos ríos que complican lograr la solución, se hace necesario encontrar mecanismos que resuelvan en primera instancia ese alejamiento.

Una opción es conectar las fronteras y acortar las distancias construyendo puentes que comuniquen, abran espacios de oportunidad y de soluciones, pero hacerlos representan un reto que demanda de la participación de experiencia, conocimiento, capacidad y principalmente de voluntad.

Pero cuando no existen éstos elementos indispensables para construir un puente, entonces parece mucho más fácil levantar un muro que deje a las partes en su propia razón y sus propios argumentos.

Algunos casos en el mundo han representado verdaderos símbolos de grandes diferencias que han ocasionado la absurda separación de hermanos, como el Muro de Berlín que dividió por casi 30 años a los alemanes por diferencias políticas entre capitalismo y comunismo; hasta que en noviembre de 1989 surgió la noticia de que no habría más restricciones y los mismos ciudadanos lo demolieron.

El Muro de los lamentos, que es lo único que queda en pié de lo que fuera el Templo de Salomón, construido en el siglo X A.C. y destruido por los babilonios en el año 586 A.C., reconstruido y vuelto a destruir por Roma en el año 70 de nuestra era. El Muro simboliza al pueblo judío que también sufrió varios eventos que buscaban su destrucción y así como el Muro, sobrevivió.

Para los judíos ese muro es considerado el lugar más sagrado de la tierra y es en él donde acuden a realizar sus plegarias a Dios; y si acaso están lejos, tres veces al día sus oraciones son dirigidas hacia el sitio donde se encuentra el muro de lo que fuera el Templo de Jerusalem.

El Muro de la  Vergüenza, que hace alusión directa al Muro de Marruecos, pero que también ha sido utilizado para aludir al muro sionista que separa las comunidades árabes e israelíes en territorio palestino; y desde luego al “muro de la vergüenza” construido por los Estados Unidos en la frontera norte de nuestro México para impedir el acceso de los migrantes a su territorio.

Hay otros muros en el mundo; muros de piedra, de alambre o de cualquier material, puestos con el solo propósito de marcar una línea que no debe ser rebasada. Muros que separan, que dividen, aíslan y marginan. Muros físicos o mentales; muros reales o imaginarios que tienen un común en el ánimo de quienes los sufren o los observan, porque en su interior claman por que sean derribados y que se abra el espacio a la libertad de todos.

Es entendible que haya muros que deban ser derribados como un acto de justicia; como también los que sufren emocionalmente muchas personas con traumas y fobias que simbolizan un “muro” muy alto y por lo tanto se deba trabajar con apoyo profesional para “derribarlo”.

Hasta aquí todo parece comprensible, pero la última versión de EL MURO rompe todos los esquemas al estar levantado entre el problema y la solución; entre quien reclama justicia y quien está obligado a impartirla; entre quienes demandan seguridad y quien está comprometido a procurarla.

Un problema que ha lastimado a miles de familias por la desaparición y asesinato de miles de mujeres y la agresión física y moral de muchísimos miles de mujeres que calladas han aguantado esa pesada carga sobre ellas.

Tender puentes de solución es la demanda y construir un muro en la misma conmemoración del día internacional de la mujer, esa es la respuesta. Porka Miseria.