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Austeridad y consumismo.

Por Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión

            Con frecuencia escuchamos en los discursos oficiales del Presidente de la República que la economía se está recuperando, que el desempleo es menor que el de muchos países desarrollados. Sin embargo, la realidad la sentimos completamente diferente. Es un hecho que la perspectiva económica para los jóvenes es mucho más difícil hoy en día que la que existía hace treinta años en México.

            Entonces un profesionista recién egresado de cualquier universidad era contratado con cierta facilidad, su sueldo era más o menos atractivo, y año con año ascendía a puestos mejor remunerados. Hoy el muchacho recién graduado tarda meses o años en poder emplearse en un trabajo acorde con sus estudios, y el salario es siempre magro. Tiene que esperar mucho tiempo para encontrar un sueldo aceptable, coherente con la expectativa que tiene al estar bien preparado y al rendir con sus conocimientos y con su responsabilidad en la empresa en la que trabaja. El modelo económico que nos ha llevado a esta situación y que parece que permanecerá por muchos años más es el que ha transformado la cultura de la austeridad en la del consumo desenfrenado, la del cuidado de las cosas a la del desperdicio. Las empresas producen para que se use y se tire. Se sabe que en los últimos cuarenta años se ha producido más basura en el mundo que la que se había producido en toda la historia anterior. La austeridad no sólo es una necesidad de afrontar la situación económica, sino también una virtud. Es la cultura de lo esencial. Puede ser el camino para un ordenamiento de los valores, en el que cobren nuevos significados el trabajo, el consumo, el mundo material y la relación con los demás. Empiecen por reflexionar sobre la propia conducta. Con esto nos damos cuenta que nuestras necesidades son mucho más sencillas, y que la proporción entre el nivel del gasto y el grado de satisfacción es mucho menor. Hay un orden interior, un crecimiento de la libertad, una apertura a lo humano, que suele acompañar a la austeridad. La cultura de lo esencial restablece el dominio del hombre sobre su mundo material y le devuelve un fundamental sentido de la proporción. Al decrecer el consumo innecesario, se facilita el descubrimiento de la riqueza interior de la persona, de sus talentos y de su creatividad. La escasez compartida lleva a la relación de confianza recíproca, a la solidaridad, al reconocimiento de la igualdad de la dignidad de todos. La vida austera rompe las distancias y las jerarquías entre los hombres, y les hace captar la realidad de nuestro destino común.

            Muchos intelectuales nos dicen que es cierto que vivir estos valores es difícil. Parece imposible para quienes están acostumbrados a conseguir todo lo que se les antoja. Y sienten que al no poseer más y más cosas, les acarrea a una vida llena de frustraciones. Sin embargo, la austeridad es la virtud que nos conduce a vivir la vida ligeros de equipaje. A rendir con lo que tenemos, a arreglárnosla con menos, a prescindir de todo lo que podamos. Es cuestión de iniciar esa reflexión y disciplinarnos. Para el cristiano es incluso la capacidad de entender mejor el “bienaventurados los pobres” del Evangelio, ¿No le parece usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO)