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La experiencia del dolor humano

Por Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El 11 de febrero de cada año, desde 1992, la Iglesia católica celebra la
JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO, entre otras cosas porque ese mismo día
celebramos la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes. El santuario de
Lourdes en Francia, es un lugar de peregrinación especialmente de muchas
personas que padecen alguna enfermedad, en ese mismo lugar han sucedido
muchos milagros de sanación.
Sufrimos una crisis sanitaria sin precedentes que amenaza la vida de todas las
personas. Cuando estamos enfermos, señala Francisco, “la incertidumbre, el
temor y a veces la consternación, se apoderan de la mente y del corazón; nos
encontramos en una situación de impotencia, porque nuestra salud no depende
de nuestras capacidades o de que nos “angustiemos” (cf. Mt 6,27).

En nuestras oraciones tenemos presente continuamente a todos los enfermos y
a sus familiares, así como a los agentes sanitarios y personas que los cuidan.
Esperamos con fe que pronto podamos superar esta noche obscura.
Como dice el Libro de Job, la vida humana no está exenta de dificultades, de
desilusiones y de dolores. Ciertamente estas experiencias amargas no son
exclusivas de nadie, más bien todos los podemos enfrentar de una u otra
manera, son por así decirlo una experiencia común. La experiencia del dolor es
propia del ser humano y nadie escapa de sus efectos. Negarlo sería ingenuo.

Muchas veces no se comprende que una persona tenga que sufrir. Por eso a
veces surge la rebelión interior, se cuestiona a Dios sobre el porqué del
sufrimiento humano y se le exige una explicación. No se alcanza a comprender
tan fácilmente que el sufrimiento humano entre también en los proyectos divinos.
La respuesta de Dios al sufrimiento humano es el mismo Jesús. Jesucristo
asumió la condición humana no obstante todas sus fragilidades, él se hizo
semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Él, no sólo asumió la
fragilidad humana sino que se acercó también a quien sufría, se solidarizó con
los pobres, los enfermos y los excluidos; él los liberaba frecuentemente de los
males que los aquejaban como nos dice el evangelista San Marcos: “Curó a
muchos que estaban afligidos por diversos males y expulsó a los demonios” (Mc
1, 34).

Es importante reconocer que, no obstante que el Hijo de Dios alivió a muchos
enfermos, él no eliminó el sufrimiento de la faz de la tierra, sino que con su
encarnación, él lo asume en su propia persona y lo vive hasta sus últimas
consecuencias. A través de su sufrimiento en la cruz, él siendo inocente, llevó a
cabo la obra de la redención humana. De este modo, el sufrimiento y el dolor
humanos, adquirieron con Jesús un nuevo sentido: el dolor humano se convirtió
en causa de nuestra salvación.

Jesús pudo haber eliminado cualquier tipo de sufrimiento de la faz de la tierra;
nos pudo haber ahorrado el dolor y la muerte. Sólo que Dios no envió a su Hijo
para hacer de la tierra nuestro paraíso o nuestro destino; sino para revelarnos
que esta vida nos prepara para otra que es la plenitud; Cristo vino a develarnos
que la verdadera vida, es la vida eterna y que desde aquí podemos prepararnos
y podemos alcanzarla.
El sufrimiento existe y puede existir en la vida de cualquiera de nosotros. Su
presencia nos revela nuestra caducidad; la Sagrada Escritura nos revela además
que unidos a Cristo, el sufrimiento y el dolor humanos, se convierten en causa
de nuestra salvación.

Esta transformación del sentido del dolor humano y del sufrimiento nos lo ofrece
la fe en Jesús. De ahí lo que dice el Evangelio. “Vengan a mí todos los que están
fatigados y agobiados por la carga y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre
ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran
descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
Por todo esto, seguimos afirmando que el cultivo y la alimentación de nuestra fe
es fundamental para nosotros los creyentes para poder enfrentar las diversas
enfermedades y el sufrimiento que les acompañan.


Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa