Pedro Kumamoto, exdiputado independiente que en 2015 obtuvo la diputación local en Jalisco, dijo en una videoconferencia convocada por la plataforma Change, que sí alguien hubiese afirmado hace 30 años que el PRI perdería la elección presidencial y que además sería arrasado por otra fuerza política, nadie lo hubiese creído en ese momento. Sólo se habrían reído de tal desfachatez.
Sin embargo, la historia ha cambiado radicalmente desde entonces. El PRI, la fuerza política que mantuvo la hegemonía desde 1929 hasta el 2000 y que luego lo recuperaría en 2012, es ahora una institución política en un franco declive y en cuyos restos se antoja ahora imposible que llegue a ganar presidencias municipales.
Tan es así su baja calificación ante el electorado que se ha visto precisado a realizar alianzas. Otra vez, sí volvemos al ejercicio de Kumamoto, jamás alguien se imaginó en la década todavía de los 90, que podría hacer una alianza con su entonces el enemigo más visible, el PAN.
Y no lo haría porque sencillamente no lo necesitaba. Su poderío era de tal envergadura que no requería contar con el apoyo de ningún partido político, salvo algún chiquitaje que se le pegara como los peces que merodean a los tiburones en altamar.
Esa fue la historia del PRI durante varias décadas y a nivel internacional provocaba gestos de asombro por su aceitada maquinaria electoral y su impresionante recurso humano que siempre disponía de candidatos para las presidencias municipales, gubernaturas y la presidencia de la república.
El mismo Mario Vargas Llosa, laureado escritor, llegó a señalar que México era la Dictadura Perfecta.
Sólo en Veracruz, en la década de los 80, el maestro Alfonso Valencia Ríos hacía extensos reportajes sobre los candidatos a la gubernatura que se contaban con los dedos de las manos y de los pies, pues poseían un gran bagaje político y de experiencia que llenaban las aspiraciones para ser el ungido.
Eran los tiempos de gloria del PRI y una pléyade de políticos veracruzanos estaban en la administración federal con grandes posiciones y se proyectaban para llegar a la gubernatura. A diferencia, no había partido político que les hiciera sombra. El Partido Acción Nacional no figuraba y apenas sobresalían algunos tímidos representantes.
Cuando llegó Carlos Salinas de Gortari al poder en 1988, bajo la sospecha del fraude electoral, se vio prácticamente obligado a la negociación. Empezó a ceder posiciones al PAN y conforme a versiones de conocedores de aquella época, se negociaron varias presidencias municipales y así fue como Acción Nacional empezó a figurar.
Ese modelo se replicó a nivel nacional y entonces paulatinamente el PRI empezó a perder posicionamiento hasta llegar al año 2000, que con la combinación de diversos factores, un panista obtuvo la presidencia y sólo se mantuvieron doce años en el poder.
No obstante, el PRI que todavía contaba con varias gubernaturas en su haber, logró atraer un triunfo electoral de gran importancia y recuperó la presidencia de la república en algo que parecía inesperado. En forma paralela, los nuevos dirigentes del PRI empezaron a modificar el programa de Acción y Principios del partido, de manera que borraron de un plumazo el acento nacionalista y de protección de los recursos nacionales.
La entrega del petróleo y la excesiva acción de privatizar los bienes nacionales junto con prácticas corruptoras, empezaron a fraguar el principio del fin. El 2018 fue la tumba del PRI de la que difícilmente se recuperará. En las elecciones de 2021 no se observan signos alentadores para el que fuera el partido más poderoso del país en décadas.
Ahora se ha visto precisado a tomar decisiones que hablan de su decadencia absoluta y total. Han hecho alianzas equivalentes al agua y al aceite. Se han acuerpado con sus antiguos enemigos, el PAN y el PRD, con una alianza que no se observa futuro. El colectivo imaginario y no tan imaginario, los recuerda en Pacto por México, que fue la alianza que se formó para entregar el petróleo mexicano a empresas extranjeras, con lo que se dio nacimiento a la reforma energética, instrumento mediante el cual se permitió la política de puertas abiertas de los recursos naturales del país hacia los inversores extranjeros.
Y ahora ¿qué pasará en los comicios electorales de 2021?. Nadie sabe qué sucederá. La apuesta se encuentra entre el partido que ahora detenta el poder, Morena y el Partido de Acción Nacional, como la representación más relevante. Los demás partidos políticos podrían denominarse como simples comparsas, incluido por supuesto el PRI.
PANDEMIA AL MÁXIMO
Por otra parte, la pandemia sigue en su manifestación más virulenta. La gente no toma conciencia de que salir a la calle sin cubrebocas, sin distanciamiento social y sin gel, se encuentra ante un posible contagio. La inconciencia llega al grado que miles de personas organizan fiestas y siguen promoviendo el contagio del Covid.
En algunas ciudades las mismas autoridades se hacen las complacientes y permiten la apertura de bares y cantinas, donde no se adoptan las mínimas condiciones de sanidad. Es decir, la irresponsabilidad como norma en su vida y con el consiguiente perjuicio de más enfermos y más muertes.
Para darse una idea, México ya cuenta con más de 140 mil fallecimientos desde febrero de 2020 a la fecha. En el mundo, la cifra de decesos rebasa a mediados de enero los más de dos millones. A los seis meses, se había llegado al millón de muertes y, tres meses después, la cifra se ha duplicado.
El reto ahora es enorme. La única buena noticia es que ya existe la vacuna y miles de médicos han sido inmunizados. Pero el desafío todavía es muy grande y se requiere de una extraordinaria logística para llegar a millones de personas y, también, combatir la mala información que llega a grados de epidemia y que se suele afirmar que la vacuna es un instrumento de control de los que dominan al mundo.
Algo así como el mundo de George Orwell en su obra 1984.
Y hasta la próxima.