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La mentira

Por Luis Humberto Muñoz Vazquez

Panoramas de Reflexión.

            Desde tiempos inmemoriales nos hemos acostumbrado a mentir por innumerables razones, y una de ellas es tal vez por no incomodar a las personas con quienes convivimos; otras veces, por no dar explicaciones a nadie en situaciones comprometidas, otras, por el simple gusto de mentir. Y por muchísimas otras razones más, que sería imposible enumerarlas todas. El caso es justificar la mentira para tratar de justificar nuestro constante y penoso proceder: mentir.

            Tal vez hemos olvidado que no se puede justificar lo injustificable, porque entonces estaríamos aceptando mentir, ser mentirosos, y esto es precisamente lo que no queremos en apariencia, que nos tilden de mentirosos. Usamos frecuentemente mentir y mentimos al pretender justificar una actitud recta e intachable. Vivimos en una sociedad de doble moral. Luego entonces no actuamos como pretendemos aparentar. Y es que la conciencia es el otro yo que vive en nuestro interior, el que compara, se cuestiona y dialoga permanentemente con el yo externo, o la máscara social que siempre mostramos a los demás. Su existencia es indudable, porque todos sin excepción parecemos estar divididos en dos, el ser y el no ser. Cuando no hay unidad de criterios entre estas dos instancias de nuestro mundo, la indecisión produce un conflicto interno y no poder salir del conflicto es una verdadera neurosis. Por esta razón todo ser humano tiene que optar libremente en cada instante de su vida entre ser o no ser él mismo, es una elección ineludible, su condición y su tragedia, y esta elección es la que definirá irremediablemente su destino, ser o no ser. Tengo un buen amigo que cuando nota que alguien le miente, le responde repitiendo el conocido palíndromo que se escucha en los corrillos de las salas de espera o los pasillos de la elite política, “¿Somos o no somos?”. Es prudente recordar aquí que basta tan sólo una mala acción que alguien nos observe, o una mala palabra que exprese un comentario de mal gusto, y lo propague, para que por mucho tiempo seamos recordados por esas malas palabras o acciones. Y hace falta mucho más tiempo de actuar con cordura y recato, honestidad y modestia, por convicción propia, equilibrando la unidad de criterios en nuestro interior, para que seamos reconocidos por los demás como seres prudentes y de buen juicio, confiables, honrados y leales. Es verdaderamente difícil salir victorioso, triunfante de esa lucha interna que nos envuelve a todos.

            La mentira, mentir, por ninguna razón, por más piadosa y prudente que sea o se crea, se justifica. A veces creemos mantener la razón, olvidando que la inteligencia se convierte en estupidez cuando se cree poder hacer lo que no se puede y no se debe. Tratemos pues de ser sinceros y honestos con los demás, amables y amigables con nuestros hermanos; siempre cargados, pletóricos, llenos, de valores hoy cada día más perdidos y olvidados que nunca. Luchemos por un mundo mejor, más confiable y armonioso para los demás y sobre todo, para nosotros mismos. ¿No lo cree usted así amigo lector? Piénselo un poco. Que tenga un buen día.

Luis Humberto.

Integrante de la Red Veracruzana de Comunicadores Independientes, A. C. (REVECO).