ESPACIO CIUDADANO.
“En la ciencia no hay lugar para el dogma. Los jóvenes deben
siempre observar, experimentar, interrogarse y arribar a sus propias conclusiones”.
De manera inapropiada en nuestro país todavía estamos atados a determinadas rutinas tradicionales en varios ámbitos escolares, con un verbalismo a plenitud y con la concepción retrógrada de que la opinión del maestro es el dogma a obedecer. El joven y el niño se interrogan sobre todo lo que ocurre alrededor y ello es bastante saludable; lo que no está bien es que los mayores no le demos la importancia debida a sus inquietudes, a sus dudas o necesidades inquisitivas. Si reiteramos que nuestra educación es laica habrá de procederse acorde con el correspondiente principio y ante ello la ciencia predominará sobre la “verdad revelada” y sobre los afanes oscurantistas. Tengamos siempre presente que la institución pedagógica es el templo del análisis y de la reflexión y todas las aseveraciones deben pasar por el tamiz de la valoración objetiva y sistemática; en ese recinto del saber de la ciencia no pueden faltar la observación, la experimentación, las hipótesis y la comprobación.
A últimas fechas agrupaciones académicas, instituciones escolares públicas e investigadores han señalado la necesidad de fomentar y divulgar la ciencia, establecer una comunicación permanente con la comunidad para dar a conocer los avances científicos en el campo de la medicina, de la genética, en las áreas de la físico-química, en los ámbitos siderales o en el micromundo. Sobran las razones para que tal cuestión se lleve al cabo, pues las personas ameritan conocer los logros y éxitos para descifrar las interrogantes que nos plantea el mundo y el universo. Asimismo, el poseer un bagaje racional de lo que acontece a nuestro alrededor nos ubica y nos sitúa en la naturaleza; nos auxilia a percibir lo singular y a la vez lo común que somos en el cosmos. Ante todo hay que entender que la ciencia nos ilumina y nos permite ver la realidad a través de una ventana de reflexión y de conocimiento verídico. Como conocedor del valor que posee la educación, siempre que hay una reforma es mi deseo que se tome en especial consideración las potencialidades de los escolares y además los docentes se respalden en la ciencia para que los niños, niñas y adolescentes comprendan mejor el mundo que los rodea.
Hay que voltear los ojos hacia las nuevas generaciones, son los renuevos de la esperanza y los entes promisorios del devenir cultural y filosófico. La gente mayor pareciera retornar a las concepciones tradicionales y no se atreve a ver más allá en este mundo contemporáneo dinámico. Se encuentra uno, de manera lamentable, con “elementos maduros” que creen que el mundo se acabará en el 2030 y que un gran terremoto afectará a gran parte de nuestro planeta en un lapso breve. Resulta inconcebible que personas con estudios del nivel medio superior o superior sean víctimas fáciles de charlatanes, alarmistas y de agoreros de calamidades globales. Por si fuera poco, esas generaciones que rebasan los 50 años paulatinamente se acercan cada vez más a las “verdades reveladas” y a los dogmas, pero escabullen el bulto para no atisbar esas nuevas ventanas que ofrecen la ciencia y la tecnología contemporáneas.
Soy de la opinión de que desde los 2 últimos grados de primaria o, si pareciera muy osado, desde la secundaria, a los adolescentes y a los jóvenes de ambos sexos los deberíamos encauzar seriamente por los senderos de la observación, de la investigación y de las teorías sustentables. Algo muy interesante, con relación al tema, ocurre en Inglaterra, donde en una región específica (Somerset) se ponen a disposición de los interesados “clases de escepticismo racional”, con el propósito de encauzar a los niños, adolescentes y jóvenes a que piensen de manera libre, sin ataduras trasnochadas, a que razonen con independencia, a que sean escépticos y racionales. Esta propuesta en nuestro país sería objeto de críticas y de ataques virulentos, lo cual no ocurre cuando a esos renuevos se les convoca en la provincia a ciertos “retiros espirituales” para fortalecer sus creencias. Pero retornando a las sesiones de esos talleres y campamentos muy interesantes del orden intelectual, en verdad es digno de encomio que especialistas teóricos de la talla de Dawkins y de Grayling han actuado a contracorriente, preparando a muchachos en los ámbitos de la Biología, Genética, Antropología, Lógica, Química y Filosofía.
Vayamos como comunidad racional siempre hacia adelante, con los jóvenes a la vanguardia; que no nos ahoguen los mitos, las supercherías o los espantos del más allá y de los castigos eternos; podemos encontrar teorías e hipótesis que nos expliquen objetivamente sobre el origen de la vida, sobre las inmensidades espaciales; postulados que nos diluciden los misterios del micromundo y del macromundo, de lo que somos galácticamente y de lo mucho que ignoramos. Habrá que atreverse a navegar por esos mares del inacabable quehacer racional y del permanente pensamiento acucioso, donde tendremos que analizar las aportaciones y conceptos de pensadores como Einstein, Darwin, Hawking, Dawkins, Sagan, Douglas Adams, Hamilton, Feynman, Mlodinow y de otros ameritados investigadores.
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Atentamente.
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.