Barloventeando
Nunca es tarde para agradecer, buscando sin saber que, encontré un análisis que me llenó de orgullo, vanidad y satisfacción. Por causa de Covid no han endilgado muchos falsos cuentos tristes divulgados por de Politicos, ante ello repetiré un cuento alegre. La Muerte de Santa Claus, antes hago saber la critica de Gracias IVONNE MORENO. Gracias
¿Cómo abordar un libro versado sobre cuentos infantiles? ¿O deberíamos destacar el hecho de su lectura para los niños?
La relación cuento-infante se da en los primeros años de vida. Se ha recomendado sobre manera el hecho de relatar historias a los niños para iniciarlos a la misma… ¿quiénes lo hacen? ¿se hace?
Pareciera ello un cuento largo o tal vez puro cuento…no obstante continua siendo una manera un tanto eficaz hacia el circuito de la lectura pues ello favorece no solo al escucha del relato sino a toda la producción editorial.
El caso de adultos abocados a la escritura infantil, es loable destacar cuando no son profesionales en el ramo. Personas interesadas en enseñar la conservación del ambiente y la historia local por medio del hilo conductor de voces infantiles en el caso de Cuentos de Lobomar de Luis Martínez Wolf creador de los personajes Anamar y Totó.
Detallar sobre relatos empalmados con la creación de cuentos nos lleva a las leyendas y a los mitos. Los grandes cuentos infantiles recuperan la tradición de las voces concatenadas con los misterios de las estepas rusas, así tendremos versiones distintas de Cenicienta incluyendo a la de Charles Perrault y de lado de Occidente de la Selva Negra, como sucedió con los famosos hermanos Grimm, propalados y difundidos hoy, en cine y versiones televisivas.
En la México grandes escritores han acrecentado su caudal narrativo a través de cuentos infantiles: Ignacio Manuel Altamirano, Felipe Garrido, Ethel Krause, Vicente Leñero, Hernán Lara Zavala y en Veracruz Esther Hernández Palacios, Luis Arturo Ramos entre otros. Todos ellos revaloran y dignifican la esencia del relato infantil como ese cimiento de acción comunicativa entre los adultos y el niño.
Luis Martínez Wolf en la sintonía de compartir las materias de su interés con la mentalidad en formación, los pequeños, se da a la tarea de compilación y edición de Cuento de Lobomar donde la inmensidad del océano y las criaturas marinas son el acicate para la aventura en transportación al sueño.
Quimeras, desenfados, la geografía veracruzana: Huitzilapan, el Islote de San Juan de Ulúa, las Costas del Golfo y la ruta de los Conquistadores, en tierra, la Sierra de Maltrata, la Mixtequilla, forman los escenarios de un conocedor de los usos y costumbres de la entidad y sus contrastes el café y la vainilla, el carnaval y el credo cristiano, danza y rosarios de silencios, sincretismo de pieles e ideologías donde Martínez Wolf explora cual hombre de mar puertos y aguas cálidos y simultáneamente agrestes.
En este conjunto de cuentos Martínez Wolf recupera la pasión de hombres y grandes escritores por el mar: Ernest Hemingway, ( El Viejo y el mar) Herman Melville ( Moby Dick) Josep Conrad (Un paria de las islas), El espejo del mar, Tifón, El Pirata) Stevenson (La Isla del Tesoro) portadores de la comunión entre el espíritu, la aventura y el deseo de apoderarse del misterio de las profundidades de los piélagos.
Recomendamos la lectura de Lobomar hacia el punto referente de la cruzada de Veracruz hacia México y el mundo, como puente cartografía y sinergia de mentalidades, cuerpos con capacidades de amar y desenfrenarse en y para devenir .
De IVONNE ORTEGA
Ante la estadística triste del cuento SARS-CoV-2
Reenvío mi cuento navideño que concluye alegre
LA MUERTE DE SANTA CLAUS.
En un recóndito paraje de la Sierra de Maltrata en el Estado de Veracruz, donde los habitantes no saben, ni les importa, si son poblanos o veracruzanos, existe una pequeña congregación donde los niños se reúnen todos los años el 24 de Diciembre para recordar la muerte de Santa Claus. Al pueblucho de no mas de 200 habitantes, le cambiaron hace diez años el nombre, era conocido como San Pablo Chalchicomula, y hoy se denomina San Pablo de Santa Claus.
Los mayores están convencidos que Santa Claus existió y para firmeza de sus convicciones llevan a quien lo duda a visitar la tumba del mítico personaje que ocupa un privilegiado sitio en el camposanto del lugar, el sencillo túmulo tiene encima una tosca loza de piedra de cantera con una inscripción que reza: “Aquí descansa Santa Claus, murió contento a las 12 de la noche, trayendo regalos a los niños de San Pablo el 24 de Diciembre de 1991, lo recordaremos siempre con tristeza pero con amor”.
Para quienes no creen en la necesidad que tienen los niños de todo el mundo de creen en Santa Claus, les relato la historia tal y como me la relató el delegado municipal de San Pablo de Santa Claus, me pidió que no la diera a conocer en San Pablo pues desde que Santa murió, los niños del pueblo se dedican a hacer muñecos de paja y arena, pretendiendo reproducir la estampa de Santa, de su venta en los tiempos navideños el pueblo recibe algunos pesos que se dedican a la compra de regalos en Orizaba, regalos que traen alegría a los niños de San Pablo, de paso, los mayores que recuerdan la noche en que murió Santa hacen fiesta y banquete. Tienen ya motivo para festejar y recordar una efemérides y ningún otro pueblo del mundo puede darse el lujo de jactarse de tan extraordinario hecho. Noche triste su Noche Buena, pues recuerdan la muerte de Santa, pero al final de cuentas, el pueblo ya tiene algo para recordar, el pobre pueblo, antes que Santa muriera, ni siquiera tenía fiesta del pueblo, la Navidad era triste y vacía. Hoy sigue siendo triste, pero el 24-25 de Diciembre el pueblo se inunda con el recuerdo de su Santo Patrón: “Santa Claus de San Pablo”.
Va la historia, como me lo contaron se los cuento yo:
A finales de los treinta, con la oleada de refugiados que huían de la revolución española llegó un gallego de Vigo, corto de entendederas pero hábil para hacer pan, nunca supo ni porqué salió de España, en su tierra los republicanos le habían quitado las pocas pertenencias que tenía, en campaña con el ejército le obligaban a hacer pan para la tropa sin recibir mas paga que los certificados de postguerra, terminada ésta nunca supo a quién cobrar, por instigación de un compañero también tahonero se enroló en un barco con la intención de “hacer la América”; su facha de gachupín le facilitó la entrada por Veracruz, sin saber cómo o por qué llegó a Orizaba, le gustó el clima y el trato de muchos paisanos que encontró y principió a hacer lo único que sabía hacer, hizo pan.
Pensando al igual que muchos refugiados en hacer plata para regresar a Galicia, creció económicamente a base de guardar todo lo que ganaba, llevando una vida miserable aprendió algunos secretos de las finanzas informales, lo que ganaba haciendo pan lo invirtió prestando dinero en condiciones de agio, su vida fue derivando involuntariamente a la misantropía propia de los agiotistas, nada le importaba sino ganar dinero, fue acrecentando sus bienes hasta convertirse en un rico casa teniente de la región, su elemental cultura no le otorgaba mayores placeres que mal comer, mal vestir y ocasionalmente tomarse a solas una botella de vino tinto barato, el único lujo que se permitía.
Pensando en el regreso a Galicia, todo lo que ganaba lo convertía en efectivo, se privó de compañía femenina pues resultaba un gasto que podía evitar, nunca se casó ni tuvo hijos, envejeció sin conocer mas placer que trabajar, ganar dinero y guardarlo, típico avaro que era feliz sin tener necesidad de amar o ser amado.
La fría noche del 24 de diciembre de 1990 regresaba a su casa cansado después de un fatigoso día, sus más de ochenta años de edad le hacían penoso el caminar, un niño limosnero se le acercó a pedir ayuda que por supuesto negó, el niño le regaló un caramelo de los muchos que reparten en las fiestas decembrinas, continúo su camino y decidió llamar a las puertas de la casa de uno de los muchos deudores que se retrasaban en el pago, al abrir la puerta le invitaron a pasar y a incorporarse a la cena servida, aceptó dado que no le pagarían y decidió ahorrarse el costo de la comida, lo trataron con amor y le despidieron con promesas de pagarle en poco tiempo.
Cerca de su casa pasó por una pequeña iglesia, el sacerdote le invitó a pasar a la sacristía y tomar un trago del vino que le gustaba, aceptó y departió con el sacerdote hasta casi las doce de la noche, se despidió recibiendo del sacerdote la expresión clásica: “felices fiestas”. Ya para entrar a su casa vio junto a su puerta a tres pequeños acurrucados y tapados con periódicos para soportar el frío, los despertó y los pequeños le sonrieron y solo le dijeron “Feliz Navidad” para volver a enrollarse en sus periódicos y tratar de conciliar el interrumpido sueño; entró a su casa y por primera vez en su vida sintió la soledad que nunca le había molestado, se acostó y rompió en llanto, descubrió que la felicidad compartida es el mas valioso tesoro que puede poseer el ser humano.
Al día siguiente, temprano se dirigió al templo a pedir consejo al sacerdote que le había invitado la noche anterior, lloró relatando su frustración existencial, confesó que los sueños de regresar a Galicia le atemorizaban, primero por que no quería compartir con sus parientes pobres la fortuna acumulada a base de privaciones y después, muchos años después, por que en Galicia no tenía ya a nadie con quien compartir su vida. El cura quedó azorado ante la disposición del gallego de dar parte de su fortuna a los necesitados, solo atinó a dar un consejo, seguramente influido por el ambiente navideño le dijo: “Alegra a los niños, sé Santa Claus”.
El gallego atendió el consejo del sacerdote, a partir de ese día se dedicó a buscar a quien ayudar, recordando al pequeño que le había dado un caramelo en correspondencia a su negación de darle limosna tomó por costumbre cargar una gran bolsa cargada de caramelos, en recuerdo de quienes le invitaron a cenar cuando fue a requerirles del pago de la deuda, decidió perdonar a todos sus deudores, entendió el símbolo de la copa de vino compartido y a partir de ese día acudió a los hospitales para dar auxilio a quienes estaban postrados por enfermedad; buena parte de su fortuna la dio a los hospicios para niños de la calle y noche a noche recorría la ciudad auxiliando a los pequeños que encontraba durmiendo en la calle.
Pasó todo el año de 1991 buscando a quién ayudar, hizo mucho más, pero en su fuero interno sufría viendo las muchas miserias que se enseñorean en el cotidiano existir de los pequeños desamparados, fue con su ya buen amigo el sacerdote y le pidió consejo para tratar de calmar el dolor que le causaba la miseria humana y su incapacidad para atenuarla, el sacerdote le repitió el consejo: “Alegra a los niños, sé Santa Claus”. Desesperado y angustiado le preguntó ¿dónde, cómo, a quién, cuándo?, el sacerdote le contestó tranquilo, no puedes ayudar a todos los niños pero si puedes dar todo tu amor a quienes solo demandan un rato de alegría cuando la fiesta se presenta, en Navidad buscarás un pueblo de la sierra donde nunca llega Santa Claus ni los Reyes Magos, cuando hayas encontrado los más pobres entre los pobres de la montaña, los más necesitados en la región, aquellos que nunca han pensado que existan las hadas ni los reyes magos, prepárales la visita de Santa Claus, un día de felicidad para ellos les dará un tesoro de recuerdos para toda la vida.
Cerca de Orizaba abundan los pequeños pueblos donde nunca llega Santa Claus, el gallego se dedicó a buscar un de los más miserables, lo encontró en la Sierra de Maltrata, se llamaba San Pablo Chalchicomula. Contrató un pesado camión de carga y lo llenó de ropa, juguetes y golosinas de todo tipo, para dar la imagen real de Santa, compró un traje del personaje y la tarde del 24 de Diciembre de 1991 arrumbó hacia la sierra de Maltrata; el camino es de muy difícil acceso, las cuestas y curvas del camino hacen peligrosísimo el viaje. El Santa gallego no se arredró y a las 11:30 de la noche del 24 de diciembre inició el descenso por el empinado camino; la noche estaba cerrada en la niebla normal en ese tiempo y a esas horas, la difícil cuesta requería de un descenso de más de 500 mts. de torcidas curvas, en la primera de ellas perdió el control del camión y se volcó, dio dos o tres maromas lanzando la carga cuesta abajo, nuestro Santa Claus salió rebotando entre juguetes, ropa y dulces; el camión quedó atorado cuesta arriba, pero los juguetes, las golosinas y la ropa cayeron junto con Santa hasta el final de la cuesta donde está el pequeño pueblo de San Pablo Chalchicomula. Todos los vecinos despertaron y acudieron hasta donde yacía Santa Claus, quien al ver a los niños sólo alcanzó a decir: “Feliz Navidad, los amo” … y murió.
Como podrán ustedes constatar, el cuento de Navidad es triste, tal y como es la vida en la sierra mexicana, hay niños humildes que ya no son visitados por Santa Claus, pues murió, tal y como le consta a los niños de San Pablo de Santa Claus, quienes vieron como pronunció con amor sus últimas palabras, la alegría que proporcionó ese 24 de Diciembre a los niños de San Pablo Chalchicomula fue tal, que decidieron ponerle al pueblo: “San Pablo de Santa Claus”
Navidad de 2020 [email protected] Luis Martínez Wolf