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La Benemérita, a 134 años de existencia (Segunda y última parte)

Por Jorge E. Lara de la Fraga.

ESPACIO CIUDADANO.

Algo de historia, a 106 años del fallecimiento de Rébsamen. Antes de insertar “lo que quedó en el tintero” sobre las realizaciones y retos de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, así como de los compromisos de los docentes en esta era contemporánea azotada por la pandemia y por una problemática socioeconómica, política y ambiental que demanda de todos nosotros espíritu de servicio, entrega, fortaleza y solidaridad, considero necesario destacar que el director fundador de nuestro egregio plantel “nunca la tuvo fácil” y que superó múltiples adversidades con su equipo para lograr sus supremos afanes. El educador suizo de Kreuzlingen no únicamente es relevante por lo que realizó en nuestra entidad y en nuestra escuela, sino que con esa refulgente aureola educativa veracruzana proyectó su sapiencia y calidad académica en los estados de Jalisco, Oaxaca, Guanajuato y en la Ciudad de México, interviniendo tanto en la planeación como en la organización de la educación básica y normal, sembrando además inquietudes y bríos innovadores en el magisterio de la República con la acertada publicación de la revista pedagógica México intelectual, que compendiaba directrices, comentarios y artículos de su autoría, así como aportaciones precisas de los maestros Hugo Topf y Emilio Fuentes y Betancourt.

Retornando a nuestra realidad en este Siglo XXI, en lo que se refiere al respeto a los derechos humanos y al propósito de atenuar o superar comportamientos de violencia en los escolares, sugiero que los colegas en su quehacer formativo implementen dinámicas grupales donde se manifieste el esfuerzo mancomunado y asimismo se reconozca la participación y logros de cada educando, sobre el entendido de que todos se sientan protagonistas y realizados sin que alguno se sienta marginado o señalado. El profesor sensible tendrá que canalizar esas potencialidades infantiles y proceder con oportunidad cuando alguien o algunos infantes pretendan humillar a un condiscípulo, poniendo en práctica medidas correctivas pedagógicas para que los infractores asimilen internamente su errónea conducta. Por otra parte, más allá de lo que programáticamente se contemple en las indicaciones de la SEP, tanto los padres de familia como los maestros tienen que ser los idóneos referentes, modelos o “espejos morales” para que los renuevos actúen en consecuencia; ante lo cual resulta imprudente e ilógico demandar respeto y civilidad cuando en los hogares y en las aulas se enseñorea o predomina la agresión, el maltrato, la misoginia y la humillación, además del sadismo.

Por cuanto a la atención que le debemos otorgar a las actividades físicas-artísticas y tecnológicas, en la formación de los nuevos docentes, manifiesto que cuando laboré en escuelas primarias procuré porque la formación de los escolares fuera integral, que no únicamente se educará el cerebro sino también la mano (homo faber); que en nuestra actividad magisterial le aportáramos singular atención a los contenidos teóricos, pero sin dejar al margen las actividades referidas. El imperativo era cumplir fehacientemente el Artículo Tercero Constitucional y la Ley Federal de Educación, en lo referente al importante asunto. Pero no era fácil en la realidad llevar a feliz término ese afán educativo multifacético, ante la ausencia del tiempo disponible durante la jornada diaria, así como por la carencia de talleres o de áreas deportivas; sin embargo varios de nosotros ofrecimos tiempo extra y fuera de nuestras aulas alcanzamos relativos éxitos en esas tareas. Por esas épocas juveniles y gloriosas de los años 60 y 70 del siglo 20 esos docentes “le echamos el resto” y cosechamos frutos, con la participación entusiasta de los inquietos infantes (elaboración de trabajos manuales, organización y realización de bailables regionales, conformación de equipos deportivos y establecimiento de modestas hortalizas en lugares estratégicos). Con base o sustento en lo anterior, externo que la SEP amerita estudiar, analizar y mensurar objetivamente las propuestas y modelos curriculares anteriores, para que en los nuevos planes y programas destinados a las instituciones normalistas se tomen en consideración los rubros o áreas de formación científica-humanística, formación psicopedagógica, formación físico-artística y formación tecnológica.

En otro orden de ideas, asevero que el maestro de educación básica, en lo general, cuenta con el reconocimiento social de los padres de familia y de los elementos de las comunidades, pero me permito manifestar algunas puntualizaciones: cada docente se gana el respeto, el afecto y el reconocimiento correspondiente cuando procede acorde a los básicos principios y a su compromiso sociopedagógico, ya sea en el medio rural o en el medio urbano; no así el individuo burocratizado incorporado lamentablemente en las filas magisteriales, sin inclinación alguna hacia los propósitos educacionales. Hay profesores que son recordados por su inestimable esfuerzo, por su capacidad y entrega; otros tristemente célebres que pasan por las aulas o poblados sin nada de gloria y sí con muchas máculas producto de sus malas artes o de comprobados y bochornosos comportamientos. Es menester que las escuelas normales se haga hincapié en que la vida del ser dedicado a la docencia es de servicio, de labor comunitaria, de entrega humanista. Para nada “entes crucificados” o apóstoles didácticos, pero tampoco simples “ganapanes” protegidos por el padrino sindical o por el funcionario público.

En el marco de estos significativos 134 años de existencia de la BENV, el insigne Enrique C. Rébsamen a la lejanía nos remite su mensaje postrero: indica con solemnidad a los docentes en servicio “que deben imprimirle emoción a su trabajo cotidiano, enseñar con vigor, claridad, precisión y laborar incesantemente a favor de su propio perfeccionamiento profesional…”

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Atentamente.

Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.