Por: Héctor Saldierna
Europa sufre graves rebrotes del Covid 19 y la pandemia amenaza al continente americano nuevamente. Hay alerta máxima en varias entidades en el país y el mensaje es claro que deben adoptarse las medidas más severas para evitar una mayor expansión del virus.
Todo esto, sin embargo, parece que no tiene efectos en nuestro Estado y menos en los municipios en los que vivimos, porque sólo basta con percatarse que en las calles de la ciudad y en centros comerciaels, todo parece normal.
Y ahí está verdaderamente el problema. De nada sirve que las autoridades hagan propaganda y la invitación a no salir de casa o adoptar medidas de prevención, si caso la ciudadanía hace caso omiso a esas medidas de protección.
En Paris, Francia, más de 20 mil nuevos contagios se produjeron en sólo 24 horas. En Alemania, 7 mil nuevos casos de contagios se hicieron presente y la ministro Ángela Merkel habla de la dificultad de vencer al virus en poco tiempo y la poca posibilidad de contar con una vacuna en breve lapso.
Lo que ocurrió en Europa hace seis meses, nuevamente se está regenerando y no hay manera de detener al virus, cuando hay incluso hasta marchas ciudadanas para protestar en contra del uso del cubrebocas, como ocurrió hace casi quince días en la ciudad de Madrid, España.
En la visión del antropólogo corporativo Óscar Barrera sólo la sociedad organizada será el único dique que pueda contener al invisible virus que ya tiene en su haber más de un millón cien mil muertes en el mundo.
A pesar de la tecnología, de los adelantos científicos, poco en realidad se ha podido hacer en contra de esta pandemia que ha arrodillado prácticamente al mundo.
Quizá podamos decir que poco se ha avanzado en tal sentido. Sólo hay que ilustrar que en el año 541 al 549 d.c. todavía en tiempos del imperio romano, se produjo la peste Justiniana que acabó con la vida de 50 millones de personas que, en esa época, representaban alrededor del 26 por ciento de seres humanos.
Siglos después la peste negra también cobró la vida de millones de personas y fue en Venecia donde establecieron la Cuarantina, que es la cuarentena y que logró resultados muy satisfactorios al disminuir el número de decesos.
Por eso es que, en el plano actual, sólo la organización de la ciudadanía y atender los llamados de sana distancia, lavado frecuente de manos y el uso del cubrebocas, evidentemente son y siguen siendo los elementos más recomendables para abatir esta poderosa pandemia.
Podríamos decir, inclusive, que está por encima de la gestión de las autoridades gubernamentales, las que están preocupadas en contar con las camas suficientes, con los ventiladores. Pero eso no es todo, sí acaso la ciudadanía no decide en tomar las medidas de precaución.
Y en este contexto, es Estados Unidos el epicentro de la epidemia mundial. Irónicamente siendo la potencia mundial, la primera economía en el mundo e ícono del desarrollo e investigación científica, resulta que sus más de 220 mil muertos, la cifra más elevada en el mundo, no es precisamente una carta credencial de orgullo.
Su arrogancia, su soberbia, abanderada por Donald Trump, ha sido totalmente arrollada por un invisible enemigo que sin piedad cada día cobra más víctimas fatales e incrementa el número de contagios a lo largo y ancho de ese país.
Es real, por otra parte, que luego de la pandemia -sin saber todavía una fecha de caducidad- que en el pasado representó de 7 a diez años, y la de 1918 que se llevó casi un año, no sabemos aun cuándo concluya, pero que sin duda cuando termine habrá nuevos liderazgos y el ungimiento de nuevas naciones, como la república China, que tenga un papel más preponderante en la actividad económica y de liderazgo mundial.
Y hasta la próxima.